Huracanes. La cólera de los Dioses 🌬

“En la antigüedad, premonición de terribles castigos eternos. Salidos de las entrañas del mayor de los males, los navegantes les achacaban poderes diabólicos. Los dioses y diablos del mar desataban su furia castigando a aquellos que se habían atrevido a desafiarles adentrándose en lo insondable o erigiendo sus monumentos a otros dioses con los que no comulgaban.”

Los huracanes siempre fueron la cólera de la Tierra. En la actualidad sabemos el origen, la causa y la razón de estos y otros fenómenos. Podemos predecirlos y prevenirnos ante su amenaza. Y aprender a convivir con ellos sin temer que los siete cielos caigan sobre nosotros cómo castigo a nuestros pecados.

Los huracanes causan habitualmente desastres de proporciones bíblicas“Pero no por ello dejan de ser un fenómeno misterioso y atrayente. Y terriblemente peligroso, por cierto. Los desastres medioambientales y sociales que causan son desastrosos. Se pierden vidas, patrimonios, ciudades enteras a su paso y siguen siendo una importante causa de pánico y promesa de sufrimientos. Cómo en la antigüedad, el poder del huracán sigue presente, inalterable y solemne al paso del tiempo.”

Un huracán en sí mismo es conocido científicamente como un ciclón tropical. Un sistema de tormentas que en lugar de expandirse, se cierra o pliega sobre sí mismo a causa de la baja presión.

Esto crea una especie de bucle que hace que la condensación de aire frío y húmedo produzca fortísimos vientos y lluvia torrencial en una suerte de ciclo que se realimenta a sí mismo en círculo creciendo y produciendo unos efectos ambientales alterados.

Por lo general, los profanos tendemos a desconocer estos fenómenos. Aún más aquellos que vivimos en países o comunidades donde no se dan o no son habituales. Eso nos hace desconocer también su origen, causa y que son en realidad.

Y la verdad es que en sí mismos no son otra cosa que meras tormentas. Pero si desconocemos las tormentas en nuestro propio día a día, aún más desconoceremos la diferencia que hay entre una tormenta tropical, una depresión tropical, un tifón, ciclón y huracán. Son lo mismo, aunque con distintas intensidades y comportamientos.

Cuando una de estas tormentas se desata, comienza a orientarse actuando de una o varias formas determinadas. Así pues, podemos ver cómo en las noticias nos dicen que el tifón X ahora es un huracán, o que la tormenta tropical se ha transformado en tal o cual cosa de igualmente difícil identificación.

Y es que a los meteorólogos les encanta por alguna razón tratar estos fenómenos como si de una especie de organismo vivo o inteligente se tratase.

Y no son pocos los que aseguran que es así. Extraño, pero sin embargo es una línea de pensamiento que parece ajustarse más a interpretaciones de la “nueva era” que a un simple fenómeno meteorológico común.

Aún así, se les bautiza con nombres. Se les da una personalidad y se les sigue la pista igual que se seguiría a una amenaza inteligente campando a sus anchas. Tal es la pasión que despierta este curioso asunto atmosférico.

Pero lejos de la imagen romántica y metafísica que podría despertar, los huracanes son un tema serio. Arma de doble filo, son a la par peligrosos y problemáticos al igual que beneficiosos y positivos. Sus efectos pueden ser devastadores en ciudades y países. Más aún si no son sociedades económicamente avanzadas y pueden tener un plan gubernamental orientado a paliar sus consecuencias. Inundaciones, corrimientos de tierras, tornados, lluvias torrenciales, maremotos que destrozan zonas costeras completamente… Son muchas de las temibles secuelas de los huracanes.

Sin embargo, cierta parte de un país en plena sequía se beneficiaría al mismo tiempo de esos mismos efectos. Y la vegetación y el clima de las regiones templadas quedarían regulados en las zonas donde la vida sería más complicada si no fuese por las violentas pero paliativas consecuencias. Son las dos caras de la moneda con que la naturaleza mantiene el gran equilibrio de la vida.

El Ojo del huracán permanece ajeno a la violencia de su vórtice“El interior de un huracán siempre es un misterioso lugar que ha atraído a investigadores atmosféricos de toda índole. Se le denomina “ojo” a ese centro. Y no se desarrolla en todos los casos. La temperatura es cálida y se halla sorprendentemente libre de tormenta y nubosidad. Tiene forma de círculo y es uno de los más interesante misterios de la naturaleza.”

Al visionar una grabación se comprueba como el silencio y la extraña mezcla de temperatura -dependiendo de la altura- parecen sacados de una filmación de ciencia ficción. Como dato curioso, la rotación del núcleo sigue la dirección de las agujas del reloj en todo el hemisferio sur del planeta y sin embargo es al contrario en la parte norte. Seguramente influenciado por las corrientes magnéticas provocadas por los polos y el eje terrestre.

Lo que una condensación de agua sobre el océano puede llegar a influir en el clima del mundo y la vida que en él se desarrolla es tan sorprendente cómo las maneras que tiene de manifestarse. Y si la ciencia continúa investigando cada día el origen y las causas de las tormentas tropicales, es porque a pesar de todo, su atracción sobre nosotros es un acto ancestral. Un miedo a lo infinito y a lo desconocido. Una incógnita sobre lo solemne que reside en lo más profundo de la conciencia congénita de la humanidad.

La comprensión de todos estos fenómenos y porqué los humanos antropomorfizamos a los Dioses dotándolos con características que rigen la naturaleza, es la comprensión trascendentalista de nuestra razón de existir. Entender mediante la ciencia que su cólera no es más que parte natural de la propia vida es entender nuestro lugar en el mundo.

Y entendiendo esto, nuestra existencia y hasta los propios Dioses cobran sentido. El ciclo de la vida toma significado y nos acerca más a la razón de ser del universo. Al fin y al cabo la clave básica de este pequeño rincón de Periodismo Alternativo y humanista.

 

 

 



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